11 julio 2008

Análisis del dolor


Para el común de la gente, el dolor de un golpe suele ser un relámpago de adrenalina que se confunde con una sensación parecida al pánico: –¿me habré quebrado? ¿estaré perdiendo sangre? Por una milésima de segundo creemos seriamente en la posibilidad de estar cerca de la muerte o de algún grave daño fisiológico. Miramos o nos tocamos la zona afectada y al comprobar que no hay sangre o quebradura lanzamos un suspiro. Este breve alivio inmediatamente se ve reemplazado por aquello que conocemos como “dolor físico duradero”, en este caso causado por el impacto de alguna parte de nuestro cuerpo contra un objeto macizo.
Solemos hablar del dolor sentimental como si fuera un dolor físico: “me has roto el corazón”, nos dicen las canciones románticas, “estoy quebrado” repetimos a nuestros confidentes.
Estamos preparados desde chiquitos para que los abandonos “duelan”. Pero nada me había preparado para que la calurosa noche del 24 de noviembre la puerta de hierro verde golpeara poderosamente mi brazo y me hiciera sentir el dolor que me hizo sentir cuando me dejó.