05 septiembre 2008

Frutillas sin crema

Es viernes a la noche, estoy conversando en el living con Josefina, la madre de Pablo, no es un momento desagradable, pero tampoco es la primera vez que me veo en esta situación. Pablo está trabajando en la mesa de la cocina, hace 35 minutos me dijo que lo esperara 5, que ya nos íbamos. Estoy cansada. No sé si quiero una vida así. Todo bien con Josefina, una divina, pero no es exactamente un programa ideal de fin de semana.

Cuando él finalmente se acerca, viene con los ojos colorados y me convence de ir a su cuarto, por la escalera, me besa, con besos pequeños, no sé de donde saca la energía y la concentración pero consigue encontrar todos aquellos rincones en donde sabe que va a obtener una sonrisa, de vez en cuando arquea las cejas, tratando de que yo suelte una carcajada. La suelto, me quejo, pero no puedo contra él.

A la mañana siguiente me despiertan los rayos del sol, nos hemos olvidado de bajar las persianas, quiero sentarme en la cama y bajarlas, pero no puedo moverme, me invade una angustia que me hace peso en el pecho y que sólo me permite mirar hacia arriba con los ojos entreabiertos. Pablo duerme profundamente, eso me angustia más, me duelen los músculos de la frente, quiero escapar de ahí, pero no puedo. Enumero en silencio todas las razones por las cuales me encuentro en esa habitación alfombrada.
He elegido a Pablo por la estabilidad que significa su integridad, su ética, su sumisión, pero también su firmeza, alguien con quien no me siento inferior pero a quien al mismo tiempo admiro profundamente. Siento que es una persona que no se parece a mí, pero que a la vez es compatible. En los últimos años había buscado en los hombres afinidades, pero jamás me dio resultado. Tratando de escapar de la obsesión por alguien-que-tenga-mis-mismos-gustos encontré a Pablo, y su visión de las cosas más simple, por momentos triste, pero siempre sabia, casi un derroche de sentido común. En la huida, el bando que debía darme refugio me ha secuestrado, soy una apátrida.

Miro las altas ventanas, y el pulcro empapelado de las paredes, la biblioteca ordenada temáticamente y el espejo de cuerpo entero parecido al de la casa de mi abuela, a quien recuerdo diciendo en frente de los invitados dominicales que ‘qué extraño que a un chico de buena familia le haga falta trabajar tanto’, después se me aparece Camila con el ceño fruncido diciéndome ‘no entiendo por que no se muda de ahí. A vos no te molesta?’.
No tengo respuestas para ninguna de las dos, creo que en realidad no me molesta, pero estoy aburrida. Quiero convencerme de que no me importa, de que son prejuicios, que la gente habla cuando no debe. La realidad es que estoy llena de contradicciones. De lo que sí estoy segura es que no hay mártires involucrados en esta historia, se trata de voluntades, de opciones, de caminos escogidos. El ha elegido. Y, aunque a veces me olvide, yo también.
Pablo se da vuelta, tiene los ojos muy cerrados, quiere despertar, pero no puede, me abraza y aprovecha para besarme el hombro, he quedado levemente más arriba que él, a pesar de que me lleva varios centímetros. Hace ruidos mamutescos como indicando una gran aflicción por dejar el país de los sueños, inclino la cabeza hacia abajo y le beso la frente, pienso en la canción del mamut chiquitito y suelto una risa.

Desayunamos en la mesa de la cocina con toda su familia, la misma mesa en donde anoche estaba su laptop. Hay café, jugo de naranja, cereales, frutas y pan lactal. Agarro unas frutillas del bowl, las huelo y la pongo dentro de los cereales con leche, inmediatamente me siento observada y busco en Pablo alguna señal de aprobación, pero él no parece darse cuenta.
Todo en esta cocina me hace acordar a las publicidades de cereales, familias sonrientes que se pasan los cuchillos y la azucarera en una cocina blanca y muy bien iluminada. Josefina insiste en que pablo no beba café sino té, cree que su hijo va a enfermar y va morir, no lo dice, pero lo piensa, lo sé. Yo asiento con la cabeza pero bajo la mirada, prefiero quedarme fuera de la discusión.
Gerardo, el papá de Pablo, lee el diario, los anteojos le llegan casi al final de la nariz, parece preocupado por algo que lee. Gerardo es muy especial, otras mañanas ha hecho chistes políticamente incorrectos, hoy no. Cuando lo hace, Pablo, avergonzado, me mira para ver que cara estoy poniendo, pero yo siempre estoy sonriendo, él capta perfectamente el sarcasmo de su padre, pero no logra asumirlo y utilizarlo. Pablo es más estructurado y cree que hay que tener cierta diplomacia, cierta coherencia en el discurso, prefiere no arriesgarse a interpretaciones erradas.

De regreso a mi departamento, vuelvo a sentir la angustia de la mañana, ‘la mañana me angustia’, digo en voz alta, a ver si puedo hacer que se vaya. Pero es contraproducente. Me siento en el sillón, aún con la cartera en el hombro, apoyo los codos sobre las rodillas, bajo la cabeza y con las dos manos, me rasco violentamente el cuero cabelludo.
Quiero irme y dejar que las cosas se resuelvan solas. Pero las cosas nunca se resuelven solas.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

"Apatrída", repetía con total negligencia una chica dentro del aula. Les contaba a sus compañeros con la cara desconcertada cómo era la situación de los apatrídas. Pronunciaba el acento con énfasis y ninguno de los tres que la rodeaban intentó siquiera corregirla; todo discurría con absoluta normalidad. Todos en ese grupo sabían de lo que estaban hablando. A mí, el cambio de acento me confundió un instante en el que pensé que me había equivocado durante todo el tiempo de la lectura; que había entendido al revés, que no había entendido nada de lo que se supone que uno debe entender en la vida.

Anónimo dijo...

Por Dios
Llorar hasta el hartazgo tal vez sea un principio de solución ,pero...
Me olvidaba
Esto es pura ficción

Entonces,

Sólo puedo decir que nunca llego al comment nro 1! Hoy me toca el 2.
Y ahora sí, con cuerpo y mente relajados, me seco las lágrimas,

Total,

Es pura ficción lo que escribiste

Lánguida
Lombriz

lombriza dijo...

"gazelle": ... no da

moz: no creo que sea muy dificil llegar al numero uno... yo misma quedé sorprendida con la rapidez del primer comment, debe ser que las gacelas corren rápido.

No sé si deba decirlo, pero el cuento es ficción, la situación es ficcional, pero cierta angustia y opresión no lo son. Digo, tampoco se puede escribir en automático (o sí, pero no estoy a ese nivel), por lo tanto puedo opinar con respecto al llanto.
Personalmente no suelo llorar demasiado, y en este caso en particular creo que se trata de justamente de cosas que no nos hacen llorar por no ser bruscas, no haber escenas dramaticas, no hay por qué llorar, pero aún así está todo mal.

La angustia es un llanto silencioso, seco, opresivo, negador. Creo que por eso es tema recurrente de las cosas que escribo.

dear moz, si pudiste llorar, enhorabuena, deberías darme clases.

kisses

theremin dijo...

una cocina de casancrem.
una familia tranquila.
un novio coherente.
una relación desnatada.

Pero, ¿acaso no es eso lo que todos queremos?

muy bueno esto, mon amie, en serio. voto por más ficción. o será que la Historia me tiene podrida.

Anónimo dijo...

Esa tensiòn entre el casancrem y la desmesura se salda con la literatura, creo. Quiero decir que la angustia que nos provoca la visiòn de las 3 medialunas ordenadas en el platito , es enfrentada en estos sitios de libertad, donde podemos hacer que todos esos forros nos la chupen bien.

Me gusta lo que hacès.

MaRiPoSa dijo...

Las cosas nunca se solucionan solas, asi es totalmente.

Y cuando tratas de hacerlo de esperar, de que pase el tiempo, parece que se soluciono pero un buen dia te das cuenta que sigue ahi y peor que parece mas grande que la ultima vez.

Saludos

Anónimo dijo...

Lloramos juntos?
Es sólo cuestión de práctica, dear lombriz. Después sale casi sin que te lo propongas.

Qué buen programa para el fin de semana! Ron, alguna comida acorde, y a llorar.

lombriza dijo...

Theremin: como dije ayer, muy buen poder de síntesis! a veces uno dice cosas que no sabe que quiere decir. Ficcion, ficcion, ficcion!!

f.guerra: jaajajaja seee que nos la chupen bieeen jajajaja. ups, perdón. nah, que se yo, un poquín exageradin, no es para tanto, pero entiendo la idea y estoy muy de acuerdo, de todos modos, debe haber otras cosas que se pueden hacer, no?

besos!

mariposa: sí sí, es así mismo. Lo cual entra en contradicción con "no hay nada que el tiempo no cure", pero estamos llenos de frases hechas que se contradicen entre sí. yo creo que son todas ciertas. jua!

besos!

moz: -381-155090282 espero tu llamado.

Anónimo dijo...

Nunca se me había ocurrido: llorar de a dos por teléfono...

lombriza dijo...

moz: pero tenés que dejar que yo empiece porque cuando escucho a alguien llorando me reprimo y no puedo llorar.